En la actualidad, alrededor de 4,500 millones de personas en todo el mundo carecen de acceso a servicios de salud esenciales. Esta realidad se ve agravada por la prestación deficiente de cuidados de salud, que contribuye significativamente a altos niveles de enfermedades y muertes evitables, representando hasta un 15% de las muertes en algunos países, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2020a).
El impacto económico de la mala salud es innegable, con una reducción del 15% en el Producto Interno Bruto (PIB) mundial cada año, como señalan Remes et al. (2020). Ante este panorama, la reconstrucción y fortalecimiento de los sistemas de salud y las economías nacionales se vuelven imperativos.
En este contexto, el informe con motivo del Día Internacional de la Enfermera (DIE) resalta el papel crucial de la inversión estratégica en enfermería como un medio fundamental para alcanzar un crecimiento sostenido y la resiliencia. Este informe destaca cómo el fortalecimiento de la profesión puede desencadenar mejoras transformadoras en la prestación de servicios de salud, el desarrollo económico, la promoción de la paz y el bienestar social.
La enfermería, al ocupar un lugar central en la atención de salud, no solo aborda las necesidades básicas de la población, sino que también impulsa la innovación, mejora la eficiencia de los sistemas de salud y fomenta la equidad en el acceso a la atención médica.
En resumen, invertir en enfermería no solo es una cuestión de derechos humanos, sino también una estrategia económica inteligente. Es fundamental reconocer el poder económico de la enfermería y tomar medidas concretas para elevar y apoyar esta profesión vital en la construcción de un mundo más saludable, próspero y equitativo para todos.